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Mi experiencia como cronista social



Comencé en el año 1987, cuando Denisse Fuertes, mi amiga y colega, era la editora de Las Sociales del periódico El Nuevo Diario y me invitó a integrarme a ese mundo. En ese entonces le expresé que no iba a iniciarme en una jornada desconocida y ella me estimuló y orientó, quedando encantada con mis escritos, a los cuales les daba pinceladas, describiendo el ambiente, en fin, hacía una cronología del acto, de forma tal que el lector sintiera que estaba presente en él. 
Cuando me presentaba a la actividad para “cubrirla” era la cronista, por lo que consideraba que una tardanza de más de treinta minutos era una falta de respeto, y no aceptaba que me allantaran brindándome refrescos y bocadillos, ya que mi misión era cumplir con mi trabajo y no “jartarme”.
Admiro y recuerdo el comportamiento de algunas chicas de los periódicos, que eran respetadas y queridas, precisamente por ese comportamiento.  A otras les daban las espaldas. 
Muchas cronistas antes de irse a los servicios se dirigían a la cafetería del periódico, para así no estar dando lástima. Todavía algunas mantienen ese criterio. Tampoco me creía que yo pertenecería a la clase social de las personas que organizaban las actividades. 
No aceptaba ni siquiera que me incluyeran a mis hijas en clubes sociales para que participaran en campamentos de verano o en otras actividades, porque mi rol era de periodista. Era más orgullo que complejos
Describía la actividad, el ambiente, con elegancia y buen gusto y nunca acepté que me invitaran a comer a un restaurant, porque sentía que luego “me iba a salir caro”. Pasé muchas necesidades, pero nunca involucré a ese tipo de personas por si me “pasaban facturas”.
En el año 1997, cuando Pablo Jerez, que en paz descanse, me invita a formar parte de la revista Bemoles, le expresé que no me gusta ser complaciente ni tener que estar adulando, y me explicó que sería un trabajo diferente, que iba a escribir la verdad de los hechos, y hasta le pedí que las entradas a los espectáculos me las comprara la Editora AA,  no que me las regalaran, para hacer un trabajo más objetivo.
Cuánto disfruté en una versión de los premios Casandra en el Teatro Nacional, cuando un periodista me preguntó si ya había entrevistado a los ganadores de dicho premio y le contesté que no, que quería entrevistar a los perdedores, porque era una  revista de farándula y esa era la noticia. Era farándula con altura y nunca me rebatieron un escrito, porque siempre me cuidaba de no jugar con la dignidad y los sentimientos de la persona a la que entrevistaba. 
Cuando tenía que cubrir en esa revista alguna actividad en un hotel, exigía ir acompañada de mis hijas, porque los fines de semana eran de ellas, por lo que prefería no ir si la respuesta era negativa. Siempre trato de darle valor a  mi trabajo, porque el trabajo de un periodista es delicado y cuesta mucho, precisamente por eso soy apasionada con mis escritos, y ni siquiera me hace falta que me llamen para darme las gracias por un reportaje, porque me gusta lo que hago, por esa pasión que me inspira. Muchas personas me preguntan si la persona a la que le hice un trabajo me llamó para darme las gracias y le informó que no, que no me interesa que me den las gracias, porque lo hice de corazón, espontáneamente, sin esperar recompensa. 
Debo aclarar que existen las relaciones públicas que las haría a personas o instituciones que tengan credibilidad y calidad y las trabajaría sin mucha dificultad. Eso mismo pasa con los reconocimientos por la labor que hago. No me interesan, al menos que lleguen cargados de premios en metálico, porque así se hace un esfuerzo grandioso para pensar en la elección y estos los incluyo en mi hoja de vida.
Otro aspecto importantísimo es que no debemos subestimar nuestro trabajo, démonos nuestro puesto, no mendiguemos, no pidamos y no nos dejemos manejar de personas que tienen intereses. Pero el otro aspecto mucho más importante es que debemos tener presente que somos importantes mientras estemos en un medio de comunicación, después no somos nada para las personas que por mucho tiempo utilizaron nuestros recursos periodísticos para estar en la palestra social. Me identifico con una frase de Séneca que dice: Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones. Amén.
En otro orden, no sé si es falta de espacio en los periódicos o es que a los estudiantes no les enseñan a hacer crónicas sociales, que es ir describiendo cronológicamente los hechos y también darle pintura a la información, respecto a la ambientación del lugar y las impresiones de los asistentes. En pocas palabras, que el lector se sienta que asistió a la actividad y que formó parte de esta. Los cronistas sociales deben tener mucho cuidado cuando “cubren” un evento realizado en un lugar donde existe una decoración fija, como una cascada, aves y flores. Ese lugar nos inspira tanto, que sentimos emociones positivas, pues sin lugar a dudas lo reflejaremos en la crónica y el lector vivirá ese sentimiento como si hubiera estado presente. Por ejemplo: “El sonido del agua al caer fue la música ambiental que primó esa tarde, mientras los rayos de sol penetraban por los agujeros”. Si en oportunidad posteriores tenemos que cubrir otra actividad, en el mismo lugar, aunque estén esos mismos elementos que nos inspiraron no procede que repitamos lo mismo. Debemos ser creativos, lo que nos dará autenticidad. Además debemos interesarnos por conocer texturas, colores, muebles, diversas flores, etc. Una anécdota que siempre recuerdo cuando trabajaba en Bemoles, fue la redacción de una nota de un disco compacto de Rafael Solano y la portada tenía un piano y una orquídea. Pues inicie por ahí y mencioné la catleya como una variedad de orquídea, incluso, la más representativa, aunque las personas no sepan el nombre. Pues el señor Jerez me llamó para preguntarme si sabía lo que era una catleya y se lo dije y en ese momento supo que yo tenía conocimiento de lo que estaba escribiendo y luego me dejó tranquila. Debemos tener una cultura general temática para darle fluidez a la información y transmitir esos conocimientos. Otro aspecto importante es que en una entrevista debemos buscar informaciones del entrevistado y del tema que trataremos para que nuestro trabajo sea único y que el protagonista se sienta satisfecho y no objete el contenido de dicha entrevista. Una de las cronistas que siempre admiré fue a Susana Morillo. Nunca la vi utilizar bolígrafo y libreta. Cuando leía sus crónicas no se le quedaba ni el nombre de la persona ni lo que había a su alrededor. Se dio a respetar.

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Xiomarita Pérez
Columna Folcloreando
Publicada en Listín Diario, en dos entrega: 31-01-15,  4-02-15 y 11-02-15

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